En Chile sorprendió el rechazo masivo de la Propuesta de Nueva Constitución elaborada, por primera vez de su historia, por una Convención Constitucional elegida directamente. El sitio del Servel atribuye el 61.86% (7.882.958) de los votos a la opción Rechazo. La opción de Apruebo a la Propuesta de Nueva Constitución (PNC) obtuvo el 38.14% (4.860.093). El Rechazo, ganó en todas las regiones del país, incluida la región metropolitana. El Apruebo sólo ganó en ocho de las 346 comunas. Valga destacar el carácter simbólico de la victoria del Apruebo en el extranjero, con 60,92% (36.045) de los votos, contra el 39,08% (23.120) obtenido por el Rechazo.

La sorprendente y masiva victoria del Rechazo confirma la vigencia de la Constitución actual. Pasó al templo de procesos fallidos, la propuesta constitucional calificada progresista, entre otros, por el periódico británico The Guardian y saludada internacionalmente por responder a los desafíos del siglo XXI (Solervicens).

Como se esperaba, la inscripción automática y el voto obligatorio en Chile aumentaron la participación electoral. Hubo 13.021.063 votantes sobre un padrón de 15.173.929 votantes potenciales. Votó el 85,81%, terminando con la racha de abstencionismo de los últimos años. Se agregaron 4.750.745 nuevos votantes, a los que ejercieron su sufragio para elegir al presidente Gabriel Boric en 2021. Se trata de un porcentaje de participación  comparable con el plebiscito de 1988.

En efecto, los resultados aclararon las dudas sobre el impacto del voto obligatorio. Los nuevos votantes se volcaron masivamente por el Rechazo mientras que la votación del Apruebo, aumentó sólo en 240 mil votos (4.620.671) respecto de la última elección (Servel).

Todo indica que se impuso en el discurso público, la narración de la campaña del Rechazo contra la Nueva Constitución (Solervicens). Un efecto temido desde antes del plebiscito, por el predominio de los llamados medios empresariales de radio, televisión y prensa. La línea editorial facilitó además el silencio de los líderes de la derecha facilitando las opiniones de los Amarillos por Chile, y de la centroizquierda, por el Rechazo “por una mejor”.

Los medios de comunicación descalificaron a los convencionales y permitieron la desinformación sobre la PNC (Palabra Pública). Incluso, responsabilizaron al nuevo gobierno la delincuencia y la violencia heredada del anterior gobierno. Los ministros de Boric han reeditado la “política de los consensos” cediendo ante los argumentos de la derecha, recurriendo a los inútiles estados de emergencia heredados de Piñera, abandonando sus promesas de diálogo en la Araucanía.

Más allá de los símbolos, la victoria aplastante del Rechazo encarna el fracaso del Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución de noviembre de 2019. Falló la canalización institucional de la protesta social del 2019 a pesar que la PNC recogía las reivindicaciones, entre otras, con el Estado social y democrático de derecho y la apertura del sistema político. Al postergar el cambio constitucional, la victoria del Rechazo, revela las complejidades del proceso político que vive el país sudamericano y no resuelve nada.

Por cierto, una de las consecuencias evidentes de la victoria del Rechazo es que el Congreso recupera su rol protagónico de cambio constitucional. Una función que se le escapó de las manos de la clase política, cuando la ciudadanía prefirió en el Plebiscito de Entrada que una Convención Constitucional completamente elegida redactase la Nueva Constitución. Sin embargo, como en 2019, urge cambiar la actual Constitución con un nuevo proceso constitucional iniciado por el ejecutivo. Pero, una eventual reapertura de ese proceso por el gobierno, requiere del apoyo de un Congreso que no controla.

En tales condiciones, a sólo seis meses de su inicio, el gobierno de Gabriel Boric sufre del síndrome del pato cojo: Depende, como gobiernos anteriores, de la Concertación o Nueva Mayoría, de los acuerdos que obtenga de una derecha con poder de veto. El proceso constitucional confirmó nuevamente las dificultades de representación y la acogida de las reivindicaciones sociales en la esfera política. El marco constitucional sigue favoreciendo la separación entre clase política y sociedad.

Ante la victoria del Rechazo, aparece apropiada la estrategia de prever un nuevo proceso constitucional partiendo de la voluntad ciudadana de cambio de Constitución del Plebiscito de Entrada de octubre de 2020. Boric busca evitar retornar a octubre de 2019. Por ello cobra la palabra a partidarios del Rechazo para reformar, sin embargo, quedará sometido a la centroderecha sino recurre a los movimientos sociales.

Nada ha cambiado. La clase política sigue deslegitimada. Persisten las enormes desigualdades sociales y los derechos sociales son cuasi inexistentes. Además, se agregó ahora, al agotamiento del modelo extractivista neoliberal, la amenaza de recesión. ¿Convencerá el gobierno al Congreso en repetir el proceso de redacción de una Nueva Constitución? ¿Azuzará el nuevo contexto una reactivación de los movimientos sociales? ¿Lograrán cristalizar nuevas organizaciones políticas que representen el sentir popular? Lejos de cerrar etapa, el fortalecimiento de la derecha con el Rechazo, abre nuevas interrogantes.