Desde la victoria del Brexit en el reino Unido y de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos de América (EUA), y en contexto de alza de los movimientos nacionalistas, autoritarios, xenófobos y antiinmigrantes en Europa resucitó el término populista. Al mismo tiempo, el concepto sigue usándose para designar los gobiernos progresistas en América Latina, en Venezuela, Bolivia y Ecuador y también gobiernos de derecha como el de Fujimori en Perú en los noventa. Ello indica que se trata de una categoría confusa porque se aplica a cualquier cambio político contra las élites, cayendo naturalmente en una defensa del estatus quo; como el gobierno menos malo frente al caos populista. Ello cuestiona la utilidad del concepto para la caracterización de transformaciones políticas, que son generalmente mucho más complejas.

En un estudio de la literatura Gidrom y Bonikowski, sugieren que se confunde entre el populismo, en tanto ideología; en tanto estilo de gobierno y en términos de estrategia política. Debe recordarse que la condena del populismo justificó las políticas de desarrollo de Washington en la región.

Hay otros como Retamozo, lo ven como un pensamiento pos marxista. Representado por Ernesto Laclau esa perspectiva considera como elemento central el desaparecimiento del actor proletariado en la época postindustrial en Amêrica latina y su remplazo por la categoría pueblo como entelequia de referencia son connotación clasista. .

Efectivamente, el termino populismo sirve para todas las situaciones. Se usó para caracterizar a Syriza en Grecia y el movimiento Podemos en España.

 En general, presenta el problema de apuntar a una defensa del estatus quo, apuntando a que cualquier tipo de gobierno es peor que los que existen actualmente, en contexto de creciente crisis de legitimidad de la democracia formal y de agotamiento de la globalización neoliberal por la profundización de las desigualdades sociales y la crisis climática: una profunda crisis del modo de producción capitalista.

La teoría del  populismo

El término populismo tiene raíces en análisis de las experiencias de gobiernos en América latina hace cincuenta años. Ello remplazó las denuncias del caudillismo en el lenguaje del departamento de Estado de Washington, sirviendo para justificar políticas de desarrollo y de modernización de la región, entre otras, de la llamada Alianza para el Progreso de los años sesenta. Una estrategia política para responder a la revolución de aspiraciones en el marco de la guerra fría y frente al ejemplo de la Revolución Cubana. Hoy día acusar de populista un gobierno latinoamericano es una forma de combatirlo.

En América latina, los pioneros del concepto del nacional populismo fueron  Gino Germani y Torcuato di Tella en Argentina. Ellos trataron de transformar el término en una categoría de análisis de los gobiernos, que llevaron a pasar de la oligarquía tradicional en la región, a un modelo de desarrollo de sustitución de importaciones y de modernización del capitalismo desde los años 30. Ello explicaba alianzas de clase,  movilización de masas, nuevas figuras de liderazgo, derrumbe de la política tradicional y de las elites oligárquicas ascenso de las clases trabajadoras y capas medias, la confrontación nacional con el imperialismo.

Eso permitió caracterizar como populistas los gobiernos de aquel otro ciclo progresista en América latina: de Lázaro Cárdenas en México, de Getulio Vargas en Brasil, de Perón en Argentina, Jorge Eliecer Gaitán en Colombia, Víctor Paz Estensoro en Bolivia, Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú; de Rómulo Betancourt en Venezuela, Carlos Ibáñez del campo en Chile, Jacobo Arbenz en Guatemala  e incluso José María Velazco Ibarra en Ecuador. Sin embargo, como en todas la teorías comparadas las disimiles políticas que aplicaron hace difícil asimilarles a todas como regímenes populistas.

En América latina muchos autores marxistas denuncian el populismo por contribuir a la modernización del capitalismo busca apoyo popular contra las élites. Una distinción vaga y no clasista entre el pueblo y la élite que no propone el socialismo con transformar de las estructuras sociales. Que ha servido para el paso de la sociedad tradicional a la industrial capitalista.

Históricamente, el concepto de populismo casi desapareció con el ciclo de los regímenes militares de seguridad nacional y con la crisis de la deuda externa de los años 80 y la era neoliberal n América latina hasta comienzo de los noventa. Pero volvió a hacerse popular con la crisis de los sistemas políticos latinoamericanos en los años noventa y el surgimiento de líderes de derecha o izquierda que apelaban directamente a las masas criticando las élites. La percepción de la transformación del populismo resucitó el término para designar como populista a gobiernos de derecha como el de Fujimori hasta los gobiernos progresistas de Evo morales, Hugo Chávez, entre otros.

La izquierda mantiene su crítica del populismo por la relación conflictiva entre clase social y populismo. Ernesto Laclau uno de los teóricos del populismo lo definió como un proyecto político hegemónico aplicable a situaciones en las que existan demandas sociales insatisfechas. Destaca aún la ausencia de análisis clasista y su remplazo por una categoría nacional como el “pueblo” como base de la democracia en los movimientos sociales.

El término populista hoy día

Creemos que sin anclaje de clase, el concepto abre la puerta a todo tipo de interpretaciones en la nueva concepción moderna del populismo. Es un reflejo evidente de la crisis actual del llamado pensamiento y epistemología de izquierda en el siglo XXI. Pero ello no libera de la confusión generada por el término populismo que forma parte de una batalla ideológica.

Hoy día en América latina se usa para caracterizar críticamente los gobiernos con liderazgos carismáticos de Hugo Chávez en Venezuela, de Evo Morales en Bolivia o de Rafael Correa en Ecuador. En realidad se trata de gobiernos progresistas, pos neoliberales que pueden ser criticables porque no impusieron cambios de estructuras, pero eso no es fácil hacerlas en el mundo globalizado.

En Europa el término populista se usa para caracterizar los movimientos como Podemos en España o Siryza. Pero también y cada vez con mayor frecuencia para designar los partidos y movimientos de extrema derecha, autoritarios, antiinmigrantes y xenófobos en Europa. Aunque estos populismos tienen rasgos fascistas, o nazis es difícil plantear que conlleven al tipo de ruptura con las élites de esas experiencias. Ciertamente se asemeja el periodo posterior a la segunda guerra mundial en el desdibujamiento de las clases sociales como categoría de análisis político, o los excluidos que no son considerados por los partidos, pero nadie puede argumentar que se trate de la complejidad  ideológica del fascismo o del nazismo. Una cuestión también ligada a las consecuencias sobre el trabajo asalariado de la llamada Cuarta Revolución Industrial que lleva a que algunos planteen el fin del proletariado.

Tampoco nadie puede pretender seriamente que el populismo del gobierno de Donald Trump represente una ruptura con las elites de Wall Street con su propuesta de presupuesto de esta  semana: resucita el complejo militar industrial; disminuye los impuestos de los más pudientes, elimina programas contra el cambio climático, recorta programas sociales, la educación, la salud, la seguridad social, los derechos reproductivos, entre otros. En ningún caso prioriza los trabajadores perjudicados por la globalización que votaron por él en los estado del Rust belt post-industrial.

Tomar el populismo con pinzas

Desde una perspectiva teórica, el estudio comparativo de los movimientos y regímenes que se han calificado como populistas muestra muchas incoherencias. Se pone en el mismo saco, por ejemplo, el populismo ruso del siglo XIX, el nasserismo egipcio, el peronismo argentino y el chavismo venezolano. Si además se agregan, como sugiere Laclau, el fascismo y el socialismo revolucionario, es evidente que no podremos alcanzar una definición de populismo capaz de dar cuenta de un abanico tan amplio y variado de situaciones políticas. Hay que tratar con pinzas el término populista porque efectivamente no permite nombrar adecuadamente los procesos que se dan en la actualidad. Cuando se está corto de ideas, más vale no recurrir a las soluciones fáciles porque el concepto de populismo se está aplicando de manera indiscriminada a cualquier tipo de movimiento contra el sistema, contra el estatus quo, sea él de derecha demagógica o movimiento progresista que no sigue los canales tradicionales. Al hacerlo es un concepto que promueve la defensa del estatus quo y de la élite . Es la vía más fácil para no investigar a fondo las realidades y las razones y direcciones de las políticas económicas y sociales de los gobiernos.