En los últimos tiempos se insiste en que el mundo entró en la Cuarta Revolución Industrial. Una nueva etapa del desarrollo del modo de producción capitalista que permitiría que este salga de su estancamiento iniciado con la crisis de 2008. Tras ese concepto está, entre otros, el presidente del Fórum económico Mundial, de Davos, Klaus Schwab. Alemania fue el primer país en establecerla en su agenda de gobierno. Otros gobiernos, las multinacionales y los think tanks la defienden y promueven. Más preocupada por las desigualdades y la crisis climática, las fuerzas progresistas no tienen posiciones claras respecto de esa cuarta revolución que puede resultar en catastróficas consecuencias.

Como se sabe, se le llama primera revolución industrial a la ocurrida en Inglaterra en la segunda mitad del siglo XVIII con la invención de la energía a vapor por James Watt. La segunda revolución industrial se produjo gracias a la explotación del gas y del petróleo como nueva fuerza motriz a comienzos del siglo XX. A fines del siglo XX la llegada de las nuevas tecnologías de la información y de las comunicaciones (las TICs) dio lugar a la sociedad de la información que se calificó como tercera revolución industrial.

La Cuarta revolución industrial

Desde comienzos del siglo XXI las multinacionales comenzaron a hablar de la cuarta revolución industrial, particularmente las consultoras alemanas en la conferencia CeBit y adoptada como estrategia de gobierno de la industria 4.0 en 2013 por el gobierno Alemán.

La Cuarta revolución permitiría relanzar la producción gracias al desarrollo de sistemas ciberfísicos (CPS) el llamado internet de las cosas y la computación en la nube cuyo motor seria la llamada inteligencia artificial que combinan infraestructura física con software, sensores, nanotecnologías, tecnología digital de comunicaciones. Implica uso de megadata, de algoritmos. Se traduciría en la extensión de la robótica con fábricas sin obreros, automóviles sin chofer,  masificando industrias de Big data del estilo de Uber, monitoreo médico y afectaría hasta los puestos calificados. Según sus partidarios, como Klauss Schwab representa la convergencia de los mundos digital, físico y biológico; una era de robots, inteligencia artificial, coches autónomos, diseño genético, terminando con la estructura económica como se la conoce hoy.

Agregaría 14 billones a la economía mundial en los próximos 15 años según sus partidarios. Se acompañará de masivas pérdidas de empleo por la automatización completa de la manufactura según sus detractores. Cinco millones en 15 países industrializados. Otros hablan de la pérdida de la mitad de los empleos se perderán y que la nueva tecnología no creará nuevos empleos. Alemania trabaja desde 2013 para llevar su producción a una total independencia de la mano de obra humana.

 Se trata del viejo debate sobre los objetivos del progreso. Muchos tememos la catástrofe porque aquellos instalados en posiciones de poder en gobiernos o empresas la ven como una extensión de la lógica de aumentar sus ganancias y sólo como efecto lateral el mejoramiento de las condiciones de vida postuladas por la vieja teoría neoclásica. La cuestión de la gobernanza democrática de la cuarta revolución industrial es clave porque abre las posibilidades de una filosofía distinta de la economía que rompe con los preceptos de la acumulación capitalista por la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.

Las dificultades de la inteligencia artificial

Un aspecto clave de la cuarta industrialización, es el de los límites de la llamada inteligencia artificial (IA). El concepto de inteligencia artificial fue acuñado por el informático estadounidense John McCarthy cuando en la propuesta de la Conferencia de Darmouth en 1956 postuló que “cada aspecto del aprendizaje o aspecto de la inteligencia puede en principio ser descrito tan precisamente como para que se pueda hacer que una maquina lo imite”. Desde entonces se ha avanzado mucho, pero el campo sigue dominado por la imitación del ser humano o de la razón.

Por un lado el esfuerzo de construir máquinas o sistemas que actúen como los humanos. Una imitación como la del sistema de lenguaje Eliza (1966) de Joseph Weizenbaum basado en la descomposición del lenguaje en sus componentes, respondiendo con imitación de la terapia no directiva de Carl Rogers. En su libroComputer power and Human Reason, Weizembaum recomienda que aunque la IA llegue a ser posible nunca se debe permitir que las computadoras tomen importantes decisiones.  

Por otro lado, basándose la ciencia cognitiva, se trata de construir máquinas o sistemas capaces de pensar como humanos. Basada en un paradigma conexionista, ese enfoque remonta al inglés Alan Turing que se considera uno de los padres de la computadora. El célebre test de Turing permite diferenciar si se trata de una máquina o de un humano. Hasta ahora no se consigue romper la barrera del pensamiento humano.

Está además el esfuerzo por construir máquinas o sistemas que piensan racionalmente. El paradigma es que la lógica permite formalizar el razonamiento. Se supone la existencia de una representación lingüística con una sintaxis y una semántica determinada anterior a los humanos. Pese a sus promesas y avances Ese enfoque, pese a sus éxitos puntuales tiene la dificultad en integrar el contexto y el sentido común y la distancia entre teoría práctica.

Finalmente están los esfuerzos guiados por construir máquinas o sistemas que actúan racionalmente para obtener resultados, un paradigma instrumental, práctico. Es la que se usa en los juegos computacionales echando a jugar el agente, la percepción de las informaciones disponibles y la acción correspondiente. La experimentación llamada habitación china por John Searle muestra que no por manipular signos de manera correcta se trata de un sistema inteligente o de IA.

A pesar de que nadie puede afirmar que se haya conseguido la IA, lo cierto es que los avances tecnológicos permiten niveles de automatización insospechados; permiten que en 1997 Deep Blue venciera a Garry Kasparov al ajedrez; permiten el uso del sistema Oasis en el control de tráfico aéreo; la robótica en todas sus formas; los algoritmos que permiten inferencias hasta Cortana, Swiftkey en los teléfonos inteligentes, los traductores. 

Los desafíos abiertos por la cuarta revolución

Tras los debates sobre la Cuarta revolución Industrial y las estrategias de las multinacionales y gobiernos están los efectos y las oportunidades que abre el desarrollo tecnológico a la humanidad.

Por un lado está el mensaje apocalíptico del conocido físico Stephen Hawking que advierte que de seguir el desarrollo de la inteligencia artificial puede llevar al fin de la raza humana sino se cambia la lógica que anima la investigación actualmente. Lo que llama a la introducción de principios éticos centrados en la persona humana y sus necesidades.

Por otro lado, está la constatación que los avances tecnológicos actuales pueden llevar a que el ser humano se libere del reino de la necesidad como lo soñaba Karl Marx y ayudar a resolver la crisis climática y el aumento de las desigualdades sociales inaugurando una nueva era para la humanidad.

Entre ellos están las contradicciones del mundo actual entre la crisis climática provocada por las mismas revoluciones industriales, por el aumento de las desigualdades sociales producto del modo de producción capitalista. Por la creciente deslegitimación de las democracias a pesar que la tecnología ofrecía posibilidades de mayor participación con la llegada de la sociedad de la información gracias a las TICs.

Entre las reformas propuestas, el ex ministro de finanzas griego Yanis Varoufakis, propone el ingreso básico universal y al reducción del tiempo de trabajo. Algo semejante a lo que propone el candidato presidencial socialista en Francia Benoit Hamon. Otros como el ecologista político, André Gorz, en los años 80 en Adieu au prolétariat planteaba la sociedad del tiempo libre y la simplicidad voluntaria producto del avance tecnológico, hoy se habla al contrario de extender el periodo de trabajo y aumenta la explotación. Otros plantean las lógicas del buen vivir.

Lo cierto es que la lógica de ganancia a toda costa que es el motor del modo de producción capitalista, se revela contradictoria, no solo con la sobrevida del planeta, sino que además con el avance tecnológico actual. En lugar de abrir espacios democráticos más amplios, aumentan los mecanismos de control de manera abismante.

Lo cierto es que el debate sobre la llamada cuarta revolución industrial y el impacto de las tecnologías llamadas de la inteligencia artificial debe interesar a la izquierda, porque prefigura el fin del trabajo como se le conoce producto de la automatización. Sin ese contrapunto progresista, los efectos desarticuladores de la cuarta revolución industrial sobre la democracia serán devastadores. ¿Puede la democracia sobrevivir a la Cuarta revolución industrial?